domingo, 19 de enero de 2014

Tycho Brahe: El hombre que no vivió en vano (y II).

5.- PRAGA


Con un nuevo sistema cosmológico en su cabeza y con muchísimas y exactas observaciones en sus cuadernos, Tycho iba a dejar cultivado el terreno para el florecimiento de una nueva etapa de la ciencia astronómica.

La Isla de Hven y el observatorio de Brahe en la actualidad
En 1588 Federico II, quien le aguantaba todo lo inaguantable a Tycho, murió. Su sucesor, Christian IV no iba a ser tan condescendiente con el arrogante astrónomo. Harto de soportarlo durante los primeros años de su mandato y repleto de protestas por los maltratados habitantes de Hven, Christian IV le llamó la atención a Tycho y empezó por bajarle sus emolumentos. Ante esto y tras 22 años en la isla de Hven, donde realizó sus "viriles, precisas y absolutamente exactas" observaciones, Tycho decidió abandonar Dinamarca no sin antes expresar su malestar al rey. 


Inició su periplo viajero con toda su corte de familiares, sirvientes y por supuesto con su enano Jepp. Comenzó por tierras alemanas y en 1599, invitado por el emperador Rodolfo II llegó a la ciudad de Praga. Realmente acabar en Praga se debió a la amistad que tenía con el médico Tadeáš Hájek, quien era un gran amigo y valedor de Tycho además de médico de Rodolfo II. El emperador decidió, por tanto, alojarlo en el castillo de Benatek situado a una treintena de kilómetros de la hoy capital checa y lo nombró matemático imperial. Pero en Praga no todo fue como en Hven. Rodolfo II le había asegurado 3000 florines anuales para que se quedase allí (además de, evidentemente, ofrecerle el castillo) pero dicha cifra apenas llegaba a la mitad de los honorarios que percibía en Hven. Tycho empezó a preparar sus trabajos astronómicos pero no tenía aún el instrumental para realizalo. El encargo de Tycho a la corte del emperador para que sus instrumentos llegaran a Praga cada vez se hacía más de rogar, la tardanza era excesiva y todo esto provocaría contínuas desavenencias.  Pero lo que Tycho esperaba con más ansiedad estaba aún por llegar.

6.- EL INVITADO

Kepler viajando a Praga. (Serie Cosmos)
Entre 1595 y 1596, cuando aún continuaba vigente la pelea por la autoría del nuevo sistema cosmológico entre Tycho y el que también fuera matemático imperial de Rodolfo II, Ursus (Nicolaus Reimers), Johannes Kepler acababa de publicar su Mysterium Cosmographicum. Kepler optó por enviar, sin saber de la pelea entre ambos astrónomos, un ejemplar a cada uno. Mientras que Kepler nunca recibió respuesta de Ursus (pero que en cambio usó los escritos de Kepler en su propio beneficio antes de morir), Tycho, sabiendo de la valía del joven astrónomo, fue más  ávido y le indicó que aplicara sus descubrimientos geométricos a su sistema, instándole a visitar y quedarse en Praga con él. Eso fue a principios de diciembre de 1599. Kepler llegó a Praga a mediados de enero de 1600 después de un tortuoso y lamentable viaje desde Gratz. Jamás olvidaré las escenas de la hija de Kepler y de su atormentada y enferma mujer que de manera exhuberante se refleja en el capítulo tercero de la magistral serie Cosmos del gran divulgador Carl Sagan.

Cuando Kepler llegó a Praga con su familia no pudo tener peor recibimiento. El gran astrónomo Brahe no había prestado atención en recibirle y tuvo que conformarse con ser guiado por el hijo mayor del astrónomo danés, Christian Sorensen, latinizado como Longomontanus, y el junker de Brahe, un tal Tengnagel, quienes procuraron emplear la mayor antipatía posible con el nuevo invitado. Varias semanas después de la llegada Brahe recibió a Kepler.

Pero las hostilidades no terminaron con el recibimiento. La antipatía del hijo de Tycho por Kepler fue paulatinamente convirtiéndose en odio. Máxime cuando Tycho le había encomendado a su hijo la tarea de estudiar Marte, trabajo éste que le fue arrebatado en favor de Kepler quien, en ese momento,
estudiaba el planeta Júpiter. Kepler, halagado y olvidándose de todo lo anterior, le prometió a Brahe que en tan solo ocho días solucionaría todos los problemas que daba la órbita del planeta.

Kepler comenzó a trabajar de inmediato y pronto se dio cuenta que ocho días no iban a solucionar ni la parte más ínfima del problema. En su fuero interno Kepler quería usar los datos de Brahe (los mejores existentes) para construir su propio sistema del universo, los sólidos pitagóricos y la armonía de los mundos debían encajar con las observaciones. Brahe también sabía eso. Y no solamente esto, sabía que no iba a resistir mucho tiempo para crear su sistema semigeocéntrico.

Monumento a Brahe y Kepler en Praga
Ambas ideas no cesaban de aparecer en la mente de Brahe, quien consciente del problema, decidió enseñar a pescar a su discípulo pero no sin dificultades. No ayudaba para nada a Kepler. Es famosa la cita de Kepler al respecto: "Tycho no me daba ninguna oportunidad de compartir sus experiencias. Lo único que conseguía [Kepler] era que en el transcurso de una comida y mientras hablábamos de otros asuntos, mencionara [Brahe], como de pasada, hoy la cifra del apogeo de un planeta, mañana los nodos de otro".   La tensión entre Kepler y Tycho iba en aumento. En abril de 1600 Kepler decidió irse de Praga y abandonar el castillo de Benatek manifestando que la vuelta requeriría, al menos, cumplir los compromisos iniciales en cuanto al dinero, al modo de trabajo y a las condiciones humanas. Kepler no quería más humillaciones. A pesar de todo el carácter de Kepler hizo que se tuviera que tragar su razonable orgullo y pedir disculpas al noble. El danés, altanero, decidió aceptarlas y en una muestra de necesidad interior fue a Praga para volver a llevar a Kepler a su propio castillo. Kepler consiguió, por añadidura, todos los datos de Marte. Tenía vía libre y, en años sucesivos, lo demostraría, llegando a ser uno de los más grandes baluartes de la Revolución Científica. 


7.- NE FRUSTA VIXISSE VIDEAR 

La cantidad inmensa de observaciones realizadas por Tycho después de tantos años y en antos lugares cesaron en octubre de 1601 de forma inmediata. El que había sido su discípulo durante dieciocho meses y que sería su sucesor en el cargo de matemático imperial, nos cuenta el fin de Brahe. Nadie mejor para conocerlo que Kepler:


El 13 de octubre, Tycho Brahe, en compañía del maestro Minkowitz, acudió a cenar en casa  del ilustre Rosenberg, y retuvo sus aguas más allá  de lo que exige la cortesía. Al beber más,  sintió que la tensión de su vejiga se incrementaba, pero puso la educación por delante de su salud. Cuando regresó a su casa, apenas fue capaz de orinar...

Tras cinco noches sin dormir, seguía sin poder soltar su agua sin experimentar grandes dolores, e incluso así la evacuación era difícil. El insomnio prosiguió, con fiebre interna que desembocó gradualmente en delirio, y la comida que comía, y que no podía retener, exacerbaba el mal. El 24 de octubre, su delirio cesó durante varias horas, la naturaleza venció y expiró pacíficamente entre los consuelos, plegarias y lágrimas de su gente. 

Como correspondía a un gran noble, Tycho Brahe fue enterrado en Praga en una ceremonia grandiosa en su honor. Lamentablemente todo su instrumental astronómico y que había servido para acceder a tantos datos celosamente guardados por la naturaleza quedó viejo, inutilizado, y fue quemado durante la Guerra de los Treinta Años.

En los momentos delirantes de sus últimos días, Tycho no paraba de repetir, una y otra vez, una frase que pasaría a la historia como símbolo de lo que había hecho y lo que quería que se hiciese: Ne frusta vixisse videar: Que no parezca que he vivido en vano. La ciencia astronómica no sólo sabe que Tycho no vivió en vano sino que le debe buena parte de su historia futura.



NOTA PERSONAL:

Las vidas y trabajos de Tycho Brahe y Johannes Kepler siempre me apasionaron. Reconozco que Kepler es mi astrónomo favorito y, de paso, mi científico. Quizá porque supo darle paso a la verdad aún cuando ésta era contraria a sus propios pensamientos, ideas y convicciones. Existe mucho material buenísimo e impactante sobre ese tema. Con independencia del tercer capítulo de la serie Cosmos aconsejaría varias lecturas: la biografía de Kepler desarrollada por Max Caspar, la espectacular "The Lord of Uraniborg" de Thoren y por supuesto el fantástico libro escrito en 1959 "Los Sonámbulos" de Arthur Koestler el cual desarrolla, en algunos pasajes, la historia de estos dos científicos. En él me he basado para hacer esta entrada. Koestler desapareció por iniciativa propia, sin duda, él tampoco vivió en vano...





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